Feliz navidad«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera.» Así comienza Ana Karenina, la novela de Tolstói.

Hay familias que son un lugar seguro, un hogar, al que regresar cuando la vida nos magulla, nos hiere, cuando el mundo es un lugar hostil. Y nos reciben con los brazos abiertos y nos acunan aunque seamos personas ya adultas, con familia propia incluso.

No todas las familias son así. Y sin embargo nos han vendido, sin entender el caso concreto de cada cual, que la familia es lo primero, que se debe mantener a toda costa, a cualquier precio. Y a veces ese precio que pagamos por permanecer en familia es nuestra autoestima, nuestra salud mental…

La vida es un juego de equilibrios en el que, además, sostenemos la ambivalencia. Y a veces esa ambivalencia es amar y “odiar” a nuestra familia.

Si estos días festivos para ti son un trigger (un gatillo) que dispara tu malestar, tu ansiedad, tus miedos… sería recomendable (aunque no todo sirve para todo el mundo) que cuidaras de ti especialmente estos días. Que tuvieras tus momentos para reflexionar, para pararte a observar cómo tu cuerpo refleja lo que estás sintiendo, para prevenir o para contener.

Parece que existiera un protocolo de buenas prácticas para la navidad y que todos debiéramos seguirlo, nos encaje o no. Ese «protocolo» dicta lo que la sociedad ve bien o ve mal. Sin importar el contexto de cada persona. Ignorando su historia familiar, sus necesidades…

La navidad es una época de ambivalencia. De querer una cosa y su contraria, de sentir mucho a la vez.

  • Culpa: por no ir a visitar a tu madre o padre o familiar.
  • Alivio: por no enfrentarte a situaciones que prevés incómodas o desagrables.
  • Necesidad de «estar en familia» sintiendo así que eres un poco más normal, como los demás.
  • Malestar sabiendo que tu familia no es ese espacio seguro donde te sientes aceptado y valorado simplemente siendo tú.

Porque…

  • Puede que hagan comentarios sobre tu aspecto físico y que eso toque un dolor tuyo, un complejo, un miedo.
  • Puede que hagan comentarios políticos que niegan tu realidad o desprecian tu manera de vivir.
  • Puede que te hagan preguntas incómodas o desagrables y te sientas invadida o cuestionada.
  • Puede que nada tenga que ver contigo sino más bien con cómo se relacionan entre ellos: reproches, tono de voz alto o exaltado, dardos pasivo agresivos…
  • Puede que el ego ocupe el lugar más destacado en la mesa y la cena o reunión familiar ya esté tocada por una crisis previa: enfados por dónde se celebra y con quién.
  • Puede que estés allí, con un plato en la mesa, deseando estar en otro lugar o en otra realidad alternativa en la que tienes una familia como en las series de los 80-90 con padres comprensivos y preocupados por la estabilidad emocional de sus hijos.

No existe ese protocolo porque cada familia infeliz, como dijo Tolstói, lo es a su manera. Y lo que te sirve a ti quizá a mí no me sirve. Hay personas que se sienten más cómodas en la confrontación directa y otras que prefieren dar unas cuantas vueltas. Hay familias que si no les paras los pies no paran hasta que te aplastan y otras que responden mejor si usas el humor para cambiar de tema o redirigir la situación. Hay personas que si les haces ver cómo te sientes se sienten mal y paran y otras que al verse criticadas en su comportamiento se ponen aún más a la defensiva. Por eso, todos los consejos, tips, propuestas que leas estos días, tómalos con precaución porque en consulta a algunas personas les recomendamos unas cosas y a otras personas otras cosas muy distintas, casi contrarias.

A veces recomendamos no formar parte de esa dinámica (no ir, buscar trabajo para esas fechas, o un viaje…). Otras ir pero con un perfil muy bajo. Otras ir con el escudo puesto y unas frases preparadas en la recámara para sentirte segura y ayudamos a pensar esas frases. En fin, que ningún consejo o recomendación va a ser igual porque depende de cómo eres, tu historia, la dinámica de relación de tu familia. Así que no te presiones a hacerlo de determinada manera sólo porque lo has leído en algún lado.