En la escuela se enseñan muchas cosas y se aprenden quizá otras cuantas. Historia, matemáticas, respetar las figuras de autoridad, convivir con otras personas que te gustan más o menos, y alguna que otra palabrota.

Habrá quien diga que la tarea de la familia es educar y que ese es el espacio donde deben aprenderse cuestiones más particulares, más emocionales. No opino lo mismo. Creo que en la escuela pasamos mucho más tiempo y estamos rodeados de iguales. Ese es el lugar ideal para recibir información y formación sobre temas de la vida.

En consulta pregunto a mis pacientes, independientemente del tema que vengan a tratar, qué modelo de pareja tuvieron, qué influencia de relaciones afectivas tuvieron. Los padres son la mayor y más evidente de las influencias. Cómo sus padres expresaban (o no) su afecto entre ellos, su rabia, su enfado, su tristeza, cómo se comunicaban…

Otra influencia no tan evidente es el cine, la literatura y la televisión. Los modelos de pareja con los que muchos crecimos eran príncipes y princesas, chico conoce a chica, la salva y al final se enamoran…Pero en el fondo todas esas historias acaban cuando los protagonistas logran estar juntos, después de salvar muchos obstáculos. Es decir, no nos muestran cómo una pareja lidia con el día a día, con los obstáculos de la vida en la convivencia, cómo manejar las expectativas de una vida romántica cuando circunstancias nada románticas nos rodean (mocos y cacas y noches sin dormir de los hijos, problemas en el trabajo, enfermedades en la vida, cuestiones económicas, etc). Nada de esto aparecía en esa bonita historia heteronormativa del chico conoce a chica.

A medida que crecen otra influencia pueden ser las relaciones de pareja de los padres de sus amistades. Pero también se nos queda corta porque es una mirada desde fuera, sin excesiva profundidad, de oídas de lo que dice nuestro amigo o lo poco que podemos ver desde el escaparate.

Con todo esto quiero decir que al final uno sabe cómo amar por diferentes fuentes pero la principal es la de casa.

¿Y si resulta que nuestros padres no se aman pero deciden estar juntos? Pues que veremos peleas y discusiones, o veremos frialdad e indiferencia, o veremos compañerismo propio de dos hermanos. Creceremos creyendo que el amor es eso.

¿Y si nuestros padres se aman pero no se llevan bien? Creceremos pensando que amar es batallar.

¿Y si hay violencia, física o verbal? Creceremos normalizando que en las relaciones de pareja no pasa nada si se falta al respeto, si se insulta o se menosprecia.

Y perpetuaremos patrones no sanos con el convencimiento de que se ama así.

Creo que necesitamos tener otros referentes. Creo que al igual que se nos enseña que 2+2 son 4 deberían enseñarnos a amar de forma sana, sin apego, con libertad y respeto.

Me encanta que la escuela haya incorporado poco a poco aspectos emocionales pero si no ayudamos a los niños a entender qué es el amor en las relaciones, seguiremos teniendo adultos reproduciendo patrones dañinos para otros y para nosotros mismos.

El amor debe entrar en las aulas.

Para que nuestros hijos crezcan sabiendo que amar no es controlar.

Que perseguir, insistir y acosar no es romántico (por mucho que pudiera parecerlo en Cincuenta sombras de Grey).

Que tu pareja tiene derecho a decirte NO en cualquier situación.

Que finalizar una relación, por mucho que ames, no es el fin del mundo.

Que el insulto o el desprecio no tienen cabida en las relaciones, del tipo que sean.

Que tu dolor no debe ser replicado en el otro para que sufra como tú.

Que preguntar con quién, dónde y por qué vas a un sitio no es preocuparte por el otro sino controlarle.

Que la otra persona tiene derecho a no contarte absolutamente todo de todo ni a enseñarte su móvil, ni a darte explicaciones del like que le puse a la foto de determinada persona.

Que cada uno viste como quiere y que no debe ser objeto de discusión ni enfado.

Que sentir celos y manifestarlos no es amar más ni mejor sino todo lo contrario.

Que si amas a alguien le deseas que sea feliz aunque eso suponga que no esté contigo.

Que el eres mío o mía suena muy bonito en las canciones intensas de amor pero que eso son licencias poéticas y el amor no posee ni es posesivo.

Que si has amado a alguien no debes nunca, bajo ningún concepto, tratar de vengarte y hacerle daño porque no te de otra oportunidad.

Que amar es compartir y ser más que una pareja.

Que nuestra pareja no lee la mente ni nosotros debemos hacerlo ni pretender que lo hagan. Tenemos boquita para hablar y expresar.

Que la otra persona es un ser diferenciado de nosotros y por lo tanto no tiene por qué actuar o hablar de la forma exacta que esperamos ni en los tiempos que nosotros consideramos mejores.

Que amar requiere de proximidad, conexión y empatía, pero también de cierta distancia para que entre el aire y no se asfixie la relación.

Que la desconfianza no tiene cabida en el amor. Si la hay o se rompe la relación o uno se la traga pero no la pone sobre la mesa todo el tiempo.

Que amar, sobre todas la cosas, es ser libre y elegir, cada día, permanecer con la otra persona.