¿Cuál es el precio a pagar? La integridad.
Esta mañana me tomaba un café con dos buenos amigos y mejores profesionales, con los que hablaba sobre la integridad en nuestro trabajo.
Con más frecuencia de la que quisiéramos acuden a nosotros personas que han probado otras terapias antes de venir con nosotros. Una parte de lo que cuentan puede ser una percepción distorsionada o simplificada de la labor de otro “compañero” por el hecho de no haber conectado con él o no haber entendido el proceso terapéutico. Sí, damos ese beneficio de la duda a ese “compañero”. Pero es que te cuentan una serie de hechos difícilmente distorsionables. Como la venta de productos sin ninguna evidencia científica y por cifras que provocan indignación. Frasquitos que dicen curar procesos complejos como la ansiedad o la depresión.
Acuden a consulta después de haberse dejado cientos o miles de euros en tratamientos diversos con terapeutas cuya profesionalidad salió por la puerta en el momento en el que comenzaron a vender “curas milagrosas”. O casi peor que los frasquitos, procesos terapéuticos que se alargan in eternum y que no obtienen ningún resultado salvo enquistar el problema.
Como digo, cuando acuden estas personas a consulta, no sólo se han dejado por el camino el dinero, que al final visto lo visto, no es lo peor. Si no que han sufrido su problema más tiempo del debido o incluso se ha agravado.
Siempre animamos al paciente a que denuncie ante nuestro colegio oficial estas prácticas, porque tanto si es psicólogo ese profesional como sino, nuestro colegio vela porque estas situaciones no se den. Pero si dan y no se pone en conocimiento de ellos, difícilmente podrán actuar.
La cuestión es que muchos de estos “profesionales” tienen algo en común: gozan de renombre, reputación, amplia clientela…y venden humo.
Un vendedor de humo te ofrece soluciones supuestamente sencillas (como tomarse unas gotas de esto, hacer alguna dinámica) que no suponen demasiado esfuerzo para la persona, por lo tanto resulta atractivo. Y cobra por ello una cantidad que sin entrar a valorar si es elevada o no, la cuestión es que la relación eficacia y precio sí que es desproporcionada.
Y aunque llevo unas semanas dándole vueltas al asunto, a veces indignada, a veces triste, sólo llego a una conclusión. Y es que a la gente, en general, le gustan las soluciones rápidas, sencillas, que no requieran mucho esfuerzo. Y estos “profesionales” detectan esta característica, y la explotan en su beneficio, a un coste: el de su propia integridad.
Le decía a estos amigos que no hay mucha gente dispuesta a comprar lo que nosotros vendemos: esfuerzo por encima de fórmulas mágicas. Trabajo constante por mejorar en lugar de pócimas o técnicas ridículas sin ningún respaldo científico.
Y al mismo tiempo me siento positiva por ver la creciente cantidad de personas que se han dado cuenta de esto y acuden a nuestras consultas (de profesionales sin comillas) porque saben que deben trabajar y esforzarse por superar aquellas cuestiones que les bloquean, asustan, hieren.
Y con “nuestras consultas” me refiero a la de los terapeutas, psicólogos, con formación adecuada y reglada, con la orientación psicológica basada en la evidencia científica.
A las personas que me leen sólo quiero transmitiros que al igual que no pondría la salud de mis hijos en manos de nadie que no fuera por ejemplo un pediatra acreditado, no pondría la salud mental de nadie en manos de alguien que con o sin estudios hizo un curso dígale X y ya se puso a “curar”. O peor, en manos de un psicólogo que se formó adecuadamente pero escogió una orientación que está lejos de haber probado su eficacia en el tratamiento de problemas psicológicos, sólo porque vende más.
Hoy día cualquiera puede escribir en la red, puede tener un blog, un canal de youtube, en el que de consejos. Y nunca sabemos cual es el verdadero equipaje de esta persona. Qué formación tiene, qué experiencia. Sólo puedo decir que es mejor desconfiar de aquellos que nos venden fórmulas mágicas para temas profundos. Si nos vas a perder grasa del abdomen tomando unos sencillos alimentos (pero sin buenos hábitos alimentarios ni deporte), no vas a poder trabajar tus traumas, tu ansiedad, tu depresión, con fórmulas mágicas (sin esfuerzo, sin trabajo, sin cambio de hábitos, sin conocimiento).
¡Feliz verano!