La sinceridad está sobrevalorada en una relación de pareja. Esta afirmación, en un artículo sobre terapia de pareja, puede chirriar, pero es una de las máximas que trato de transmitir en consulta. ¿Eso significa mentir? Por supuesto que no. Las mentiras crean desconfianza incluso en quien miente, pudiendo llegar a creer que dado que él miente, el otro también lo hace.
A lo que me refiero es que en ocasiones hablamos sin filtro, hablamos para desahogarnos sin pararnos a pensar en el efecto que tendrán nuestras palabras en el otro. Se trata de escoger las palabras adecuadas para no herir (o hacer el menor daño posible) o simplemente omitir información.
¿Este consejo sirve para todo tipo de información? Evidentemente no. Omitir la información “cariño, he sacado todos nuestros ahorros para invertir en un chiringuito” no es recomendable. Sin embargo omitir en una discusión de pareja que te gustaría salir por la puerta y no aguantarle más, eso sí es muy recomendable. Porque muchos de nuestros arranques de sinceridad hieren a nuestras parejas y además podemos pensar bien distinto a la mañana siguiente. Si aquello que quieres comunicar tiene el mismo sentido para ti días después, no lo omitas, díselo.
Otro ejemplo de filtrar el contenido, de escoger otras palabras sería: las respuestas a preguntas incómodas o afirmaciones que crees que debes expresar. “Yo soy muy sincero/a, si algo no me gusta se lo digo”. Bien, y ¿cómo se lo dices?
- “Esta camisa te acentúa la barriga cervecera”
- “Cariño, la camisa azul te sienta mejor”
Porque hay una diferencia abismal. Lo primero es esa sinceridad brutal innecesaria a la que me refiero.
Últimamente escucho mucho hablar de esa sinceridad como virtud que uno se atribuye para fortalecer la autoimagen de persona auténtica, sin doble cara. Pero la verdadera virtud es poder expresarnos sin hacer daño a quien queremos. Si tenemos dudas sobre nuestros sentimientos y nuestra pareja no puede hacer nada para aclararnos, es decir, no está en su mano, ¿cuál es el sentido de comunicarle esas dudas? Cuando se despejen, nos aclaremos, debemos transmitir las respuestas a las que hemos llegado de manera clara, directa, pero con un proceso previo (filtro) en el que escojamos las palabras de una manera cuidadosa. Este sería un caso extremo.
En las pequeñas cosas de la vida cotidiana es cuando esta máxima cobra más sentido. Hay parejas que no expresan lo que piensan, lo que sienten, en cambio hay otras que lo hacen en exceso y con tanto detalle que inevitablemente hieren. A éstas últimas les digo que la comunicación es indispensable, pero que no tenemos que (ni debemos) transmitir cada uno de nuestros pensamientos. No es necesario, y si lo hacemos, pensemos en las consecuencias que pueden tener nuestras palabras. “Ay, es que estás inaguantable” no es lo mismo que “¿te pasa algo? Hoy te veo irritable”, o incluso el silencio, la paciencia, y el pensamiento, para nosotros mismos, de “seguro que está cansado/a, mañana será otro día”.