Cuando una relación termina, ya sea de mutuo acuerdo o unilateralmente, deja una herida que sangra durante un tiempo. Hasta que un día, no sabes muy bien cómo ni cuándo, la herida se cierra. Ya duele menos, o no lo hace en absoluto. Puede que otra cosa nos distraiga, una historieta pasajera, unos amigos fieles que nos animan, un proyecto nuevo en el que volcarnos…Todo parece atado y cerrado. Hemos pasado página, al fin.
Y de pronto, de la nada, como dice la canción, se me olvidó que ya no estás, que ya ni me recordarás, y me volvió a sangrar la herida.
Esa persona, que creíamos que formaba parte de nuestro pasado, reaparece, y todo lo que hemos construido desde entonces se tambalea.
Nos asaltan muchas preguntas pero la principal es: ¿Si aún no he podido olvidar es porque era mi persona, mi media naranja, mi alma gemela?
Es bastante discutible o debatible si existe eso de la persona que te completa, como si fuéramos medios trozos de seres humanos. Pero al margen de cuestiones semánticas, yo suelo lanzar otra pregunta en lugar de responder: ¿Cómo te hacía sentir esa persona? ¿Cómo eras cuando estabas con ella/él?
Porque recordamos y queremos volver al lugar que sacó lo mejor de nosotros, donde fuimos felices (aunque por contrapartida también nos hiciera infelices), donde nos sentimos vivos y dimos tanto. ¿Te recuerdo por ti o por mí? ¿Te recuerdo porque nada de lo que vino después me ha hecho sentir del mismo modo?
Con el tiempo, y salvo contados casos, tenemos tendencia a olvidar lo malo y recordar lo bueno. Podemos incluso llegar a idealizar situaciones o recuerdos o personas. Pero si somos del todo sinceros nos encontraremos con nosotros mismos en ese espejo.
¿Quiero volver con mi amor de juventud o es que echo de menos a “mi yo” de juventud? La manera en la que vivimos las relaciones de pareja con 50 años nada tiene que ver con la que vivimos con 40. Y las de 40 años nada que ver con las de 30 o las de 20. Es un amor distinto, ni mejor ni peor. Pero puede hacernos añorar las sensaciones, atribuyendo esas sensaciones a la pareja de entonces y no a nuestra propia condición.
Analiza entonces si recuerdas por él/ella o por ti. Porque si quieres reconectar con la persona que fuiste, puedes hacerlo sin necesidad de reconectar con la persona con la que estuviste. Porque cuando miras a través del espejo retrovisor, lo que ves puede no ser lo que es. Aunque a veces, como escribía Lolita de la Colina, se me olvidó que te olvidé, a mí que nada se me olvida.