Cuando una mujer llega a casa con su bebé tras dar a luz se enfrenta a todo un mundo nuevo, tanto si es primeriza como si es su segundo o sucesivos. Porque la vida te cambia, nada será igual.
Durante el embarazo te vas preparando para esa nueva vida y también para el momento del parto, que es en sí todo un acontecimiento en el que se entremezclan sentimientos y emociones muy intensas e irrepetibles. Miedo, ilusión, dolor, esperanza, y al final la recompensa del nacimiento. Muchas de nosotras relatamos la aventura del parto como hicieran hace años nuestros padres con las batallitas de la mili, porque una mujer jamás olvida su/s parto/s.
Sin embargo, algunas mujeres son incapaces de hablar de ello, o si lo hacen siguen mostrando rabia o dolor o dudas, incluso con el paso del tiempo. Han vivido lo que en ocasiones llamamos «partos robados» ya sea por inne-cesáreas -modo jocoso de llamar a las cesáreas que se hicieron sin que realmente existiesen imperativos médicos para realizarlas y que dejaron a la madre sin su parto vaginal aun queriéndolo- o por violencia obstétrica. Hoy quería escribir sobre lo primero, las inne-cesáreas.
La herida de una cesárea, que no olvidemos que es una cirugía mayor, cicatriza antes que la herida emocional de la misma, en alguna mujeres. Las horas de separación inicial con el bebé, las dudas sobre las causas que llevaron al procedimiento, la culpa y la sensación de no haber podido parir a tu hijo, inundan a la madre en un momento en el que todo debiera ser feliz. Y vivirlo en silencio o en voz alta sintiéndose juzgada. Porque sientes que no tienes derecho a quejarte, porque tienes un hijo sano, porque todo «ha ido bien». «Pero mujer, ¡lo importante es que el niño está bien!». Por supuesto que lo primordial es la salud del hijo y la madre, sin embargo las condiciones en las que traemos al mundo a nuestros bebés son también importantes. La sensación de que no supiste hacer lo que miles de años llevan haciendo todos los mamíferos puede torturar a una madre, más allá de los primeros días de desconcierto y alteración hormonal.
Por este motivo surgieron los grupos de apoyo, como Apoyo cesáreas, o la especialidad de psicología perinatal (entre otras cuestiones) para dar soporte emocional y respuestas a las preguntas que quedan en el aire tras una cesárea que ha dejado herida. Con esto no pretendo decir que el nacimiento por cesárea provoque irremediablemente estos sentimientos de angustia sino que cuando estos surgen existe toda una red de apoyo para superarlo. Porque la sensación de soledad, el llanto a escondidas, el silencio o el bloqueo emocional, suelen acompañar a estas mujeres, que sienten que no tienen derecho a mostrar nada que no sea júbilo por su hijo. Pero esta vivencia, más común de lo que creemos, puede reconducirse y esas sensaciones, aliviarse.