1a6579029abd269cff8d520a74579e24Sales de casa temprano en la mañana. Hay unas cuantas nubes, nada preocupante. Pasas todo el día fuera, trabajando, haciendo recados, todo bajo techo. Y ley de Murphy: se pone a llover justo cuando estás fuera. Por supuesto olvidaste el paraguas en casa, ya sea por las prisas, o porque pensábamos que no llovería.

Y cuando empezamos a mojarnos, un sin fin de tacos, maldiciones e ira nos poseen. De nuestra reacción emocional, lógica, surge una cadena de pensamientos que va alimentando nuestra ira. Tratamos de resistirnos a lo inevitable. Sí, nos vamos a mojar. O vamos a llegar tarde porque tendremos que esperar bajo ese portal o en esa cafetería. Y esperaremos maldiciendo y no disfrutaremos ni una pizca ni ese café ni esos minutos de resguardo. Y lo peor de todo es que ya me he mojado. Y seguro que me resfrío, con toda mi mala suerte. Y esta semana tengo mucho por hacer así que me viene fatal enfermar. No me lo puedo permitir. Bla bla bla. Ira, ira, ira.

 

Segundo escenario. Admitámoslo: te vas a mojar. Por mucho que corras hasta allá te mojarás. No eres flash ni sabes teletransportarte. Así que aceptas lo que está ocurriendo: no cogí el paraguas, fin. Y aprovechas esta oportunidad que te brinda la vida para disfrutar de uno de los mayores placeres que hay si sabes verlo.

Esos metros que distan desde donde estás hasta el lugar de resguardo (tu coche, un portal, una cafetería) los vas a recorrer practicando mindfulness.

¿Cómo? Estando presente esos segundos o minutos. Sintiendo en piel el tacto de las gotas, cómo estás chocan contra el suelo, sobre ti. Sintiendo como tu ropa se va mojando y cómo el tejido va aferrándose a tu piel. Sintiendo la temperatura. Prestando atención al sonido del agua sobre ti, sobre el suelo. Prestando atención a los olores. Esos olores particulares a humedad, a hierba o tierra mojada si estamos cerca de la naturaleza…Todo son sensaciones. Estoy ahí, en presencia plena de lo que me está sucediendo. Y no trato de huir de la situación. La vivo. Mi mente no está ocupada en pensamientos que alimentan mi enfado sino que el foco de atención está completamente dirigido al aquí y al ahora.

¿Hubiera escogido salir sin paraguas sabiéndolo? Probablemente no. Pero no controlo los elementos, estas cosas ocurren. Y cuando lo hacen aprovecho para vivirlas no para resistirlas.

Reconozco que ha habido días en los que he tardado en abrir el paraguas aunque lo llevara en la mano conmigo. Porque esas primeras gotas de lluvia están cargadas de sensaciones que nos conectan con la vida, y con frecuencia vamos por la calle extremadamente desconectados, absortos por nuestros pensamientos inútiles.

Ahora te lanzo mi reto, que puedes documentar con una fotografía en redes sociales bajo el hashtag #mindfulnessbajolalluvia y etiquetándome para que pueda verlo, o me la podéis enviar a mi directamente y yo la publico si queréis. O no lo documentéis, no importa. Está en vuestra memoria. Y es una experiencia maravillosa y sorprendente. Dejas de quejarte por algo que ya no tiene solución y decides darle la vuelta para convertirlo en una experiencia gratificante.

Puedes ver en mi página de facebook el vídeo de mi #mindfulnessbajolalluvia y las fotografías que ya han compartido otros valientes. Acepta el reto, cambia tu manera de ver la lluvia sin paraguas.

¡Ah!Empezaremos a reconocernos entre nosotros cuando nos veamos por la calle y seamos los que no llevan paraguas y sin embargo tenemos caras felices y brazos abiertos.