Hace unos días una columnista del periódico the guardian escribió un artículo conmovedor sobre el arrepentimiento. Preguntó en una red social: ¿cuál es tu mayor arrepentimiento? Y cientos de personas respondieron con una honestidad brutal.
Inspirada por esos mensajes he escrito este post. Primero te cuento algunas de esas contestaciones (porque el artículo está en inglés) y lo que podría haber sido el mayor arrepentimiento de mi vida.

Algunas contestaciones de los internautas fueron:

– No haberle dicho a mi pareja más veces que le quería, aunque lo supiera.

No estar con mi madre la noche que murió porque tenía miedo.

– Haber tenido una aventura con otra persona, muy joven, poniendo en riesgo toda mi vida solo porque pensaba que no era suficiente. Me llevó más de 10 años recuperar la confianza de mi pareja.

– Haber dejado que el miedo tomara mis decisiones por mí.

– No haberle dado una oportunidad a la escritura (o a la música, o a la pintura…)

Y así, muchos más, que giraban en torno a esas mismas temáticas.

Recuerdo un día en el que iba con mis hijos, bebés en ese momento, cargada con bolsas. Mi madre se iba acompañada de mi padre y mi hermana al centro de salud porque no se encontraba bien y tuvimos que convencerla, casi obligarla, para que fuera. Me despedí de ella con un gesto con la mano cargada: «luego te llamo para ver qué tal ha ido» le dije, y me di la vuelta para emprender el camino a casa. Sin embargo, inmediatamente, algo en mí me dijo «no hay tanta prisa como para no darle un beso». Me giré, avancé hacia ella y le di un beso en la mejilla.

En ese momento no lo sabía pero estuve a punto de perderme el último beso que le daría a mi madre en vida. Y puedo recordar el calor de su piel, su olor, su tacto, como si se lo estuviera dando ahora mismo.

Nunca sabes cuándo va a ser la última vez que le dices te quiero a alguien querido. Ni cuando le ves por última vez. Ese enfado sin importancia que tu orgullo no te permite arreglar hoy y piensas «ya hablaremos mañana»…Puede que no exista ese mañana.

No tengo un gran arrepentimiento, como en el artículo de Emma Freud, pero sí tengo un recuerdo muy vivo de lo que pudo ser el mayor arrepentimiento de mi historia. Y me alegro, cada día, de haber sido consciente en ese momento y en muchos otros, de que la vida es frágil, efímera, y que las prisas, los orgullos, los pilotos automáticos, nos impiden ver, en ocasiones con claridad, que cada instante puede ser el último.

Piensa en ti, en tu historia. ¿Tienes un gran arrepentimiento? ¿hay algo que puedas hacer, hoy, ahora, para no tener algo de lo que arrepentirte en el futuro? Hazlo. No lo dudes. De los miedos y de las dudas y de las prisas están cargados los arrepentimientos que te describía al inicio de este post. No añadas uno más.