Una de las cosas que perdemos con los años o con la monotonía en las relaciones de largo recorrido son las maratones de besos.
Ahora con un solo beso ya sabes si el asunto va a terminar en la cama (o donde se tercie) o en un «buenas noches, hasta mañana». En el cine los protagonistas de la película se besan por primera vez y acto seguido se miran a los ojos como si supieran lo que viene, y…directos a desnudarse.
Pero ¿y aquellas maratones de besos? las ganas de estar ahí atrapado toda una tarde, toda una noche…sin expectativas de nada más porque ya era increíble lo que tenías.
En una sociedad de acceso rápido, de consumo rápido, ¿hay tiempo para besar lenta y detenidamente?
Para conocer a alguien de verdad no hay nada como besarse largo rato, notar su pulso, su respiración, sentir sus ritmos, saborear sus pausas.
Para reconectar con tu pareja, lo mismo. A veces tenemos rituales para hacer el amor, pasos que se repiten invariablemente: ahora 3 besitos, una caricia por aquí, otra por allá, fuera ropa, un poco de juego aquí para calentar motores y allá vamos, penetración.
Prueba algo distinto esta vez. Sorprende a tu pareja y déjate sorprender tú también. ¿A dónde nos lleva eso? Besaos como si fuerais dos adolescentes que no irán más allá (aunque luego sí vayáis). Que tus besos no sean preludio de nada, que no preparen el terreno de nada, que sean el presente, vuestro presente. Abre todos tus sentidos y besa con ellos.
¿Recuerdas algún beso especial? Vuelve allí y recréalo. Puede traer a tu memoria sensorial grandes recuerdos o puedes crear nuevos.
No me canso de decirlo en consulta: la comunicación verbal está SOBREVALORADA. A veces una sesión de besos comunica mucho más que tres horas de charla. Infravaloramos estos otros modos de comunicar y de sentir.
¿Recuerdas la última vez que te comunicaste así, largo y tendido?