Antes una relación acababa porque eras infeliz. Ahora acaba porque piensas que podrías ser más feliz.
Las nuevas tecnologías han venido acompañadas de un síndrome llamado FOMO (fear of missing out) o lo que es lo mismo, miedo a perderse algo. ¿Y si la felicidad está esperándome ahí fuera, a que deje esta relación, y encontrar a una pareja que me haga plenamente feliz?
Tememos desinstalar la aplicación de citas porque quizá la persona (o personas) que estamos conociendo en este momento no sean las adecuadas y estar perdiendo así la oportunidad de conocer a alguien más, alguien nuevo o en quien no habíamos reparado antes en la aplicación.
Cuesta estar presente en esta relación, con luces y sombras, sin dejar de pensar en aquellas personas de nuestro entorno a las que no vemos las sombras: el marido de mi hermana le presta más atención, la mujer de mi amigo no le reprocha las cosas, no se queja constantemente… No importa que esa persona con la que comparas te atraiga o tengas un interés romántico en ella, no se trata de eso. Me refiero a mirar a tu lado, en el sofá, y ver que esa persona cansada o enfadada quizá no sea para ti porque la vida te puede ofrecer más y mejor.
Es más sencillo ver lo verde que es el cesped del vecino, como dice el refrán, porque desde la lejanía ves solo la apariencia y entran en juego las expectativas que tienes sobre algo.
La felicidad, como te decía en la newsletter con la que venía este artículo, es un viaje interior. Si tú eres feliz puedes aportar a tu relación de pareja y puedes ser el cambio necesario para que la relación esté en armonía. Y si la otra persona no te acompaña en ese cambio necesario, podrás tomar decisiones pero siendo muy consciente de ellas y de lo que quieres.
No somos perfectos ni nuestra relación tiene porque ser perfecta.