El sentido de la vida…cuántas veces nos habremos preguntado por él, sobre todo en momentos difíciles. ¿Por qué estoy aquí si mi vida es cada día igual? Si no veo salida a lo que me está pasando, ¿Para qué continuar?
A veces la vida parece entrar en una especie de paréntesis que nos puede resultar interminable. Quizá es una enfermedad, un problema físico, un dolor emocional, una pérdida, una separación, una situación de la que quisiéramos escapar pero no podemos. ¿Qué le da sentido a mi existencia mientras tanto? Y el peor interrogante de todos ¿Y si esto no mejora nunca?
Vemos ejemplos de grandes personas resilientes que fueron capaces de sobreponerse a la adversidad con una sonrisa. Pero estas figuras nos hacen sentir más presionados. ¿Por qué no seré yo como ellos? ¿Por qué yo no soy capaz de mantenerme positivo en este trance? Puede que te sientas débil, menos capaz o inútil. Puede que sientas que deberías sentirte de cierta modo y que tus emociones, por tanto, no son válidas. Pero deja que te cuente algo: No pasa nada por sentir miedo. No pasa nada por no sonreír en tu dolor. No pasa nada por no ser un Pablo Ráez. Tú eres tú, ni mejor ni peor, ni más ni menos.
¿Y qué puedes hacer entonces para darle un poco de sentido al sinsentido que estás viviendo?
Busca ayuda: en amigos, familia o un terapeuta si es necesario. Ten momentos de distracción y altérnalos con otros de recogimiento en los que des espacio a tu vivencia. Acepta la situación actual con el fin, no de rendirte o o resignarte, sino entender que el hecho de que esto sea así ahora, no implica que lo siga siendo.
Y lo que más recomiendo en consulta es encontrar un proyecto en el que trabajar mientras tanto. Puede ser algo sencillo, no es cuestión tampoco de agobiarse con grandes historias. Un proyecto de jardinería, escribir tu experiencia en un blog (anónimo o no, como prefieras), sondear aficiones nuevas, leer algo que nos cambie el humor…y mi favorito: hacer un voluntariado.
«Pero si yo estoy para que me ayuden a mí, Susana» me dicen algunos. Y no les falta razón. Pero es que no es incompatible una cosa con la otra. Puedes recibir ayuda y ayudar a otros.
Uno de los mejores y mayores sentidos de la vida es sentir que somos de utilidad para otro ser humano. Que has dejado una huella, un instante, un recuerdo, en una persona que lo necesitaba. Esa conexión es única y produce bienestar.
Puedes ir a la ONG que te pille más cerca o te sea más accesible y preguntar por los programas en los que puedes colaborar. Puede ser una colaboración puntual o algo más periódico: una hora a la semana está bien como inicio e ir aumentando si lo deseas y te aporta.
Hay voluntariados que son ayuda en tareas administrativas, otros de acompañamiento, los hay ideales para tímidos, ideales para gente que quiere estar en contacto con otra gente…Pero la clave es trascender, salir del ensimismamiento en el que nos quedamos atrapados cuando tenemos miedo, incertidumbre o dolor, y dar un paso más para tender una mano a otro.
El peligro que corremos cuando llevamos mucho tiempo en un bucle así es quedar atrapados en nuestros pensamientos. Una rutina que no deseamos nos arrastra y lo único que tenemos a nuestro lado de manera viva es nuestra mente, dándole vueltas una y otra vez a los mismos interrogantes, con las mismas dudas, el mismo desconcierto, la misma desesperanza. Y sin poder tomarte vacaciones para desconectar de esa cabeza tuya, lo único que puedes hacer es esto: trascender.