Hablaba el otro día con un paciente, un hombre maravilloso, sobre el amor incondicional. Sobre el vacío que nos deja no haber sido aceptados siendo niños. Sobre lo difícil que es ser tú mismo, sin esfuerzo extra, sin una adaptación más, una flexibilización más, en una relación y sentir que sólo así, adaptándote, podrías ser amado.

Después vi el vídeo en el que el genial actor Jonathan Groff daba su discurso de agradecimiento por su premio Tony a mejor actor (prestigiosos galardones en teatro). En él Groff agradece a sus padres y su hermano que le aceptaran tal como era desde niño, cuando siendo pequeño quería disfrazarse de Mary Poppins o interpretaba escenas de I love Lucy. Y añade algo así como «Camino por la vida con el corazón abierto porque me enseñásteis que podía hacerlo». Esa frase me caló hondo y me hizo recordar la conversación con mi paciente. Ir por el mundo con el corazón abierto es fruto de un regalo muy preciado y no tan común: el regalo del amor incondicional. Te quiero tal como eres, con tus luces y tu sombras, sin intentar cambiarte para que encajes con mis expectativas, deseos o necesidades.

Pocas o ninguna persona diría de su hijo que no lo quiere. No se trata tanto de amor como del tipo de amor. ¿Es un amor condicionado a que se comporte, haga, sienta, como yo quiero o espero? ¿Le quiero más, le aplaudo, cuando hace o dice algo que encaja con lo que yo necesito? ¿Le animo a ser alguien que no es sólo porque mi preferencia es esa? Aunque sea usando bonitas plabras, un tono nada agresivo, intento que cambie, que sea de otra manera, que yo (subjetivamente) pienso que es mejor, más adecuada, socialmente más aceptada? ¿Dejo que mis prejuicios le calen? Entonces mi amor tiene condiciones.

El amor incondicional es como los cimientos sobre los que cada persona construirá su casa. En mi consulta ayudo cada día a que personas adultas construyan los cimientos porque llevan años intentando construir relaciones que son paredes, muros, techos de un hogar que tiende a desmoronarse porque existe un vacío emocional (el hueco donde debieran ir los cimientos).

Nunca es tarde para construir relaciones desde ese amor que acepta, que acoge, que acompaña. Aunque es posible que se nos quede esa sensación como de orfandad, de falta de abrigo. Cómo me dijo él, sabiendo de dónde viene, es menos difícil de llevar.