¿Eres actor/actriz o espectador/a? ¿O ambas cosas a la vez? Uno de los obstáculos que más frecuentemente encontramos para disfrutar plenamente de las relaciones sexuales es ese mismo: pretender actuar y observar al mismo tiempo.
En el teatro o en el cine sabemos de inmediato cuándo tenemos ante nosotros una gran actuación. La persona que está allí ya no es quien es sino quien interpreta. Se ha metido en el papel de forma tan entregada que ha desaparecido su verdadero yo y está poseído por completo por la identidad de su papel.
Trata de recordar alguna interpretación para ti memorable. A mí me viene a la mente Ricardo Darín en El secreto de sus ojos. O Christian Bale en The fighter. O de Niro en Taxi driver. No imagino a Robert de Niro en esa famosa escena de él frente a un espejo diciendo su célebre frase “¿Hablas conmigo? ¿Me lo dices a mí?” pensando al mismo tiempo “¿lo estoy haciendo bien? Uy, creo que ha sonado un poco insegura la segunda frase. Oh, dios, el director va a notar que no estoy siendo convincente. Bien, esta frase mejor…” Un parloteo interior sin fin que desconecta al actor de su interpretación y que lo convierte en observador de su propia actuación. Ese actor disfruta y ejecuta infinitamente mejor su papel cuando está tan dentro del personaje que desconecta de su vertiente analítica y observadora.
Bien, pues eso mismo sucede durante las relaciones sexuales. Si te desconectas de ese papel de entrega, si analizas y observas al mismo tiempo que ejecutas, es imposible que disfrutes de forma plena de aquello que estás haciendo.
Le sucede a muchos hombres que, temerosos de su ejecución durante la penetración, se desconectan tanto que pierden la erección. “¿Le está gustando?” “Seguro que se me va a bajar” “Aguanta, aguanta”. Y un sinfín de preguntas y afirmaciones o imperativos que irremediablemente les hacen salir de ese fluir, de ese dejarse llevar.
Las mujeres tenemos también un diálogo interno durante las relaciones sexuales que nos apartan de ese fluir. Referente a nuestra imagen corporal, nuestra autoestima, nuestra ejecución, el placer del otro. Y del mismo modo nos desconecta del acto en sí, convirtiéndonos en simples espectadoras, privándonos del placer completo de estar con todos nuestros sentidos disfrutando del sexo.
Te propongo un ejercicio. Piensa en la última vez que te sentiste en paz, relajado/a. Seguramente en aquel momento sucedió que estabas allí y en ningún otro lugar. Todos tus sentidos estaban captando ese instante. No hay diálogo interior. No juzgabas lo que estaba sucediendo. Simplemente lo estabas viviendo.
La próxima vez que estés en una actividad sexual, solo o acompañado, trata de captar el momento con tus sentidos. A qué huele el aire, el cuerpo, el sexo. Qué sientes. Qué escuchas. Qué ves. No juzgues, no etiquetes. Déjate ir sin resistencia. Déjate embriagar por todo lo que está sucediendo. Cuanto más te dejes poseer por ese personaje más sentirás, más vivirás. Más y mejor. Con cualidades hasta ese momento poco nítidas. Abrir la mente y el cuerpo para cerrarte en ese instante y dejarte atrapar.
El deseo, el erotismo, son incompatibles con el parloteo que suele acompañarnos en nuestro día a día. Y aunque a veces es necesario tener esa voz interior dándonos instrucciones o analizando, más allá de cuestiones de seguridad y protección, es imprescindible que esa vocecilla guarde silencio un ratito para dejar que el placer haga acto de presencia como una explosión.
Chss ¡silencio! Se rueda.