Los cambios. Creemos que el ser humano es incapaz de cambiar. Sin embargo, cuando somos nosotros los que queremos cambiar, estamos convencidos de que sí se puede. Por esa misma confianza. Cuando se trata de otra persona no tenemos la misma confianza. Hay demasiado en juego. Y como sé que hay mucho miedo a creer y sentirnos estafados, ahí van algunas reflexiones sobre el cambio.
Salvo que estemos parapetados tras la excusa de “la gente no cambia”, toda persona que se lo proponga y reciba la ayuda necesaria, puede cambiar. Eso sí, la esencia no cambia. Pero lo que somos, en gran medida, viene determinado por lo que hacemos, por nuestra conducta, y la conducta es algo que sí se puede modificar.
Y esos cambios conductuales requieren conocimiento, foco y sobre todo, tiempo.
Ese es el motivo por el que muchas parejas no solucionan sus problemas, porque simplemente dejan que el tiempo pase, y como dice el refrán, ponga las cosas en su sitio. Efectivamente el tiempo es un gran aliado si haces otras cosas a la vez. Como por ejemplo relacionarte, verte con la persona. Porque con palabras podemos decir he cambiado, no soy el que era pero son los actos los que darán garantía a esas palabras.
Otro error muy frecuente es que, por una sola conducta similar a la que supuestamente debía cambiar la persona, asumir que, efectivamente, no ha cambiado. Y es un error porque los cambios no son una línea ascendente y recta. Todo proceso implica pasos adelante, un paso al lado, dos atrás, otros cuantos de nuevo hacia delante…Asumir que la persona que cambia es porque tiene un botón en la cabeza, lo pulsa, y fin, cambio completado, jamás volverá a hacer nada ni remotamente parecido, es un error.
Ejemplo: bajar la tapa del w.c. después de usarlo. Un ejemplo simple y cotidiano que podemos extrapolar a otras cosas más importantes. Empieza a bajarla pero un día se olvida y zas, nada de lo anterior ha valido, no importan las ochocientas veces anteriores que sí la ha bajado, porque esto demuestra que es el de siempre, el que no es considerado con mi petición y deja la tapa como siempre porque es el de siempre.
Vendrán tiempos en los que los cambios serán duraderos y otros donde se atisbe el comportamiento antiguo, pero como una vieja cicatriz que asoma en verano cuando la piel cambia de tomo y el contraste es mayor. Ha cicatrizado, sí, pero queda un rastro. Y no debería ser importante, o al menos no determinante, para apostar por esa persona y por su cambio.
A veces el miedo nos paraliza porque sentimos que no es suficiente. El abandono de ciertas conductas que nos molestaban o herían no arregla el daño ya hecho. Deja de hacer daño, sí, pero no lo repara. Otras veces sentimos que llegan los cambios demasiado tarde. Cuando algo ya murió en nuestro interior. Pero nada de eso podemos atribuirlo a la persona. No debe ser el condicionante que nos haga pensar no puede cambiar. Porque la ciencia nos dice que sí, sí se puede.
Las personas evolucionan, cambian, modifican comportamientos, actitudes, formas, sentimientos. Somos ríos de agua que nunca se estanca. Permítete fluir.
¿Cómo saber si ha cambiado? No puedes. No hay garantías. Nada es permanente. Pero sí hay algunas cosas que puedes hacer:
Date tiempo
Describe tus miedos. ¿Qué temes que pueda suceder?
Pon en una balanza los riesgos de confiar de nuevo
Dialoga y no des por hecho
Y recuerda que en caso de que se vea que no ha cambiado, tienes todo mucho más claro y nunca será tan doloroso como la primera vez.
¿Ha sido capaz de cambiar algo importante para ti? ¿Confiaste en que otra persona cambiaría y no lo hizo? Cuéntame lo que piensas sobre el cambio.