En el post anterior abríamos la puerta a la psicología perinatal, en esta nueva entrada seguiremos hablando sobre las relaciones de pareja en esta etapa.
La llegada de la ma(pa)ternidad es, como decía Izal, una pequeña gran revolución que pone patas arriba nuestro mundo. Con ella llegan una infinidad de cambios a nivel individual y por supuesto, a nivel de pareja. Y es que más allá de la falta de horas de sueño a las que se le suma el cansancio infinito, hay otros factores que a veces dejamos de tener presentes y pueden llegar a afectar de una forma notable a nuestra relación.
La transición de convertirnos en una familia de más de dos no es siempre tan fácil como nos han hecho creer en las redes sociales, en las películas o incluso lo que hemos podido ver en nuestra propia historia familiar, siendo las sombras de esta etapa todavía un tema un tanto tabú.
Siempre he sido partidaria de la prevención como estrategia, y es que si tenemos la información de lo que puede venir y no nos viene tan de sorpresa, quizás, estemos más preparados para poderlo gestionar. Una de las herramientas claves es tener un buen colchón de cariño. Os propongo un ejercicio muy simple y esencial que consiste en hablar antes de la llegada del bebé sobre qué expectativas y miedos tenemos o de las posibles situaciones que se pueden dar y cómo podemos hacer equipo.
Algunos preguntan qué ocurre con la llegada del nuevo bebé ‘si seguimos siendo nosotros’. Y sí, es cierto, en cierta medida seguimos siendo quienes éramos, pero algo ha cambiado inevitablemente. Entre otros muchos factores; la repartición del tiempo cambia, nacen nuevos miedos, quizás surjan emociones que desconocíamos que estaban ahí, aparecen nuevas prioridades o incluso nuestros roles en los diversos ámbitos de nuestra vida también cambian. Así que sí, algo cambia de forma inevitable. Te dejo aquí algunas de las estrategias que pueden ayudarte en esta nueva etapa.
• Tener presente qué os unió en los inicios y qué os llevó a tomar la decisión de ampliar la familia.
• Dar espacio para adaptaros a éstos nuevos roles. Recuerda que no hay tiempos marcados para nada.
• Practicar una escucha activa, estando presentes desde el cariño y cuidado.
• Recordar que, aunque muchos de los cambios son definitivos, habrá otros que serán temporales.
Es una etapa que puede ser muy bonita, pero a veces tiene algunos grises que duelen. Hablemos de ello, trabajemos en ello.
Este artículo está escrito por Andrea Seguí.