Escribo estas líneas a mis pacientes, que lejos de lo que pueden creer algunas personas, no están locos. Loco es el que va por la calle, por el mundo, cargado de ira, de tristeza, de traumas, y no pide ayuda. Que se relaciona con otras personas vertiendo sus miedos y frustraciones negando tenerlas y negándose el derecho a dejarlos atrás.
Yo trabajo con increíbles seres humanos con una capacidad de superación impresionante. No importa si tienen 20 o 60 años. Sabes que la vida tiene mucho que ofrecer como para pasar por ella de puntillas, con mochilas llenas de sufrimiento.
Eres el motivo por el que cada mañana me levanto queriendo ser mejor. Para ti. Porque me demuestras que independientemente de las circunstancias, hay luz en la oscuridad.
Soy afortunada de poder contemplar lo mejor de ti en tu peor momento. Me permites ayudar, guiar, acompañarte en el camino más complicado de tu vida. Y a menudo me regalas con enorme generosidad tus secretos más íntimos, tus miedos más ocultos, tu fortaleza más insospechada.
Quiero decirte que al igual que he reído contigo, he llorado por ti. He sentido tu dolor en lo más profundo de mí aunque no me acercara a tomarte la mano y a enjuagar tus lágrimas.
Porque tu vida está llena de personas que lo harían pero tú esperas otra cosa de mí.
Quiero decirte que aunque haga mucho tiempo que te fuiste para terminar de recorrer ese camino sin mi guía, te sigo recordando. Recuerdo por qué te atreviste a llamar. Recuerdo tus reticencias, tu vergüenza en algunos casos al contar. Recuerdo, eso ya no sé muy bien por qué, hasta el nombre de tu ex o de tu mascota (quien regresa años después sabe que es cierto).
Quiero decirte que me hiciste crecer como profesional pero sobretodo como persona. Con cada historia aprendo y tu ejemplo me ha servido para ayudar a otros.
Que yo le diga a alguien «te pondrás bien» puede sonar a discurso barato, a lo que se supone que debo decir. Pero ver que otros que han pasado por algo similar lo consiguieron, siempre tranquiliza.
Solía decirte: no me pagas por decirte lo que quieres oír. Y con el tiempo lo entendiste y apreciaste. Hace falta valor para hacerlo, para entender en mitad de la tempestad.
Quiero decirte que cuando tus miedos se transformaron en coraje y tu tristeza en aprendizaje, celebré tu victoria como propia. Y me enorgullecí al ver que la persona aparentemente rota que llegó el primer día, se marchó sabiendo que lo roto era su espejo y no él.
Solo tengo gratitud hacia tus palabras y tu proceso.
Y cuando te vas porque tu camino continua y tienes la generosidad de agradecerme el resultado, te digo que no puedo atribuirme el éxito de un trabajo que no es mío.
Yo soy la misma contigo que con otra persona y sin embargo tú has avanzado y quizá el otro no. Porque el esfuerzo, la tenacidad y la ilusión que tú has puesto no son los mismos que los de otro.
Y cuando te lo digo, lo siento de corazón. Quizá pienses que es falsa modestia. Yo siento que soy un sherpa. El mismo para ti que para otros montañistas. Si subes a la cima es porque tú escalaste esa montaña. No lo hice por ti.
Quiero darte las gracias por hacer de este mundo un lugar mejor. Porque cuando tú sanas, cuando tú resplandeces, das luz a los demás y los retas a ser mejores versiones de sí mismos.
Gracias por no dudar que el cambio es posible.
(fotografía: Vistafotografica.com)