Las amistades se acaban igual que se acaban las relaciones de pareja: por traiciones, deslealtades, malos entendidos que nos han afectado de la mala manera, y cómo no, por una desconexión.
En ese tiempo que pasamos desconectados, sin tiempo de calidad, las personas seguimos evolucionando y a veces en caminos tan diferentes que cuando reconectamos con esa amiga o con ese amigo ya sentimos que estamos, no solo fríos, sino que no tenemos nada en común y no me refiero a aficiones, sino a maneras de ver y respetar el mundo.
Cuando llevas una inercia, una rutina con esa persona, con ese grupo de amigos, te cuesta más darte cuenta que quizá nuestros valores hayan cambiado, o nuestra manera de estar en el mundo haya cambiado. Pero con esa distancia de pronto puedes ver o cuestionarte, si escogerías a esa persona de nuevo si la conocieras ahora.
Porque la costumbre, el pasado compartido, pesa mucho, pero al mismo tiempo tenemos que reflexionar si realmente podemos vivir en esa relación «de rentas», de lo que pasó tiempo atrás y ya no existe más, ni en el presente, ni probablemente en el futuro.
A menudo me cuentan en consulta, desde un sentimiento de soledad, que ya no tienen nada en común con su cuadrilla, con sus quintos, con su pandilla de la infancia. Tantos años juntos, quedando para celebrar cumpleaños, fiestas, bodas, nacimientos…y tan poco que decirse, o tanta incomodidad en según qué momentos donde surge cómo piensa cada uno. Pero siguen viéndose. ¿Cómo romper una relación de tantos años? ¿Qué haces, quedarte solo, apartado del grupo? Y a veces no pasa nada por seguir quedando con esas personas aunque sólo quede el amor a un pasado compartido. No pasa nada porque en sus vidas hay otras personas, nuevas amistades, con las que sí comparten presente y futuro. ¿Pero qué ocurre cuando ese grupo de amistades es lo único que tienes? Porque no tienes tiempo para quedar más, porque no conoces a más personas, porque no hay espacio en tu vida para más vínculos. Entonces ellos son la única fuente de la que beber en tu vida, y esa fuente está seca, no sale nada nuevo, sólo recuerdos.
Los amigos son compañeros de vida y como todos los vínculos importantes de nuestra vida influyen muchísimo en nuestra autoestima, nuestra seguridad, nuestra confianza porque son el brazo en el que apoyarnos, no solo cuando cojeamos, cuando nos desequilibramos, sino también ese brazo que agarramos para echarnos unas risas, y compartir los buenos momentos.
Cuando reflexionamos con tranquilidad sobre los vínculos de amistad que tenemos, esta sería una cuestión interesante a plantearse: ¿la quiero, la aprecio, por lo que fuimos o por lo que somos? ¿le muestro y me muestra que además de sentimientos (que está muy bien) hay ganas de compartir y construir cosas nuevas?